Son pocos los escritores que como James Matthew Barrie pueden presumir de haber contribuido con su escritura a la creación de un mito. Autores de la talla de Mark Twain o Robert Louis Stevenson eran plenamente conscientes en su época de la valía artística de Barrie. Aunque su obra más conocida suele prescribirse para niños, la complejidad y la madurez de su discurso lo excluyen no pocas veces del canon de la literatura infantil, por lo que a menudo queda relegado al limbo o país de Nunca Jamás de los inclasificables.