¿Sabía usted que Chopin nunca existió y que era una invención de George Sand? ¿Que Sibelius escribió siempre la misma obra y nadie se dio cuenta? ¿Que Stravinski formó un grupo pop para competir con The Beatles? ¿Que Albéniz fue el jefe de una banda de forajidos en México a los diez años y que Satie ocultaba un Aleph dentro de uno de sus pianos? ¿Y que Haydn realizaba viajes astrales? Por las páginas de ´El horizonte quiméricoö desfilan un Mozart de cincuenta años, un Beethoven con el oído recobrado, autómatas inteligentes, compositores más poderosos que el Rey Sol y vampiros sedientos de música. Una reformulación del concepto de ucronía con guiños a Borges, Marcel Schwob y el realismo mágico que, sin duda, hará las delicias de los melómanos y de los amantes de las lecturas con una sonrisa en los labios.